Pequeña nota del Rey
No es lo mismo decir "te amo" que "te quiero".
No es lo mismo decirle a alguien que uno lo ama y demostrárselo con un abrazo efusivo que convertir ese verbo en acción cuando esta persona te necesite y tú no dudes de encontrar una manera de ayudarle.
Hablar no es lo mismo que hacer.
Las intenciones no son la misma cosa que los hechos.
A veces fallamos en cosas tan sencillas que realmente esto nos debería hacer reflexionar sobre que sin la conciencia de Dios en nuestras vidas, y la necesidad imperante de buscarle 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año en nuestros pensamientos, palabras, actitudes y acciones estamos completamente indefensos al pecado. Lo que sucede cuando nos apoyamos en lo que creemos saber y catalogamos como bueno o justo. Hablamos sin pensar, sentimos cosas que son engañosas y que al final son perjudiciales para nosotros mismos o para alguien más. Juzgamos, y pretendemos tener la verdad de las cosas, pero a veces nos enojamos cuando Dios nos corrige. Esto es preocupante. Si no le escuchamos, ¿cómo entonces proceder correctamente?
Nuestra naturaleza es olvidadiza, tenemos que recordarnos constantemente de donde venimos, donde estamos y ponernos en las manos de Dios para que Su voluntad sea hecha en nuestro vivir.Cuando esto no pasa, y si le dimos permiso de hacer Su voluntad en nuestra vida, entonces viene Dios a decirnos al oído amorosamente: Hijo, recuerda que hicimos un trato, yo te amo tal cual eres, pero me he dado cuenta que últimamente no me escuchas. Cuando te digo no digas eso, justo antes que lo digas, pareciera que mi voz no entrara por tu oído. Lo mismo sucede cuando te equivocas en tus acciones. Yo había llegado antes a ti y te aconsejaba sobre las consecuencias de errores como ese. Pero no me escuchaste. Ahora te pregunto, ¿qué pasa? ¿te olvidaste de nuestro trato? ¿quieres que volvamos a estar como antes? Tú, haciendo tu voluntad y yo, esperando a que te acuerdes de mí cuando estés metido en problemas? ¿realmente, estarías mejor sin mí? Y es ahi justo después de escuchar esa frase que tu Padre celestial te dice que reaccionas y le dices al cielo: Señor, ¿cómo puedo vivir sin ti? Yo te necesito. Si te pierdo de vista no podré hacer nada que sea de bien, si no te escucho, entonces ¿para qué quiero mis oídos? Eres todo en mi vida.
Responde Dios y dice: ¿me escucharás la próxima vez que te hable? Sí, Padre. Respondes tú.
Dios te dice: Hijo, pero recuerda que yo no grito, ni alzo la voz. Mi voz es suave, delicada. Te hablaré por medio de otras personas y situaciones también, porque quiero que aprendas a amar a tus hermanos. Te aconsejaré cuando leas mi palabra y medites en ella, porque quiero relevarte por medio de ella cosas que solamente a ti quiero decirte. Algunas veces susurraré a tu mente y no creas que es tu propia voz, soy yo, Hijo, hablándote, para que me sientas cerca de ti. Hijito mío: ¿me pondrás atención la próxima vez que te hable? Sí, Padre, eso quiero. Le contestas.
Y se retira Dios por un momento, para dejarte reflexionar sobre lo que acaban de conversar.
De pronto un suave suspiro sale de tu pecho y todo se vuelve paz. El Señor te ha hablado al leer estas frases. Y si quieres te encerrarás en tu cuarto y decidirás esta vez no hablar mucho, pero escuchar activamente que quiere Tu Señor de ti.
Comentarios
Publicar un comentario