Feliz encuentro
Imagino cómo me mirabas con amor y misericordia todos los días de mi vida. Así cuando llegó el momento que creaste perfecto, me trajiste hasta ti e hiciste el milagro de que yo naciera de nuevo.
A partir de ahi me has mostrado un camino desconocido para mí, pero seguro a seguir porque tú lo sabes todo mejor que yo. Casi a ciegas me dejo llevar de tu mano que jamás debí soltar.
Mientras avanzo, cada uno de mis pies se mueven como los de un niño que acaba de reconocer por la voz a su padre al cual no ha visto por largo tiempo; con un anhelo enorme de llegar a él. De pronto en ese sendero, identifico tus huellas, Padre mío que estás en los cielos, y las sigo; siento que me abraza tu amor y es que tu presencia está conmigo. !Qué felicidad! Luego me susurras algo al oído, algo que es sólo entre tú y yo, y mi espíritu no se puede contener de alegría. Me dices que me amas y que estarás conmigo todos los días de mi vida. Y yo solamente sé llorar de contenta, porque soy completamente feliz en tu presencia. Es lo que había estado deseando y aún quiero más pues nunca tengo suficiente de ti. Así es cada vez, desde la primera vez. Por eso tengo que rogarte, que nunca dejes de hablarme, Señor. El sonido de tu voz es mi deleite y tu presencia me es como agua para vivir, como aire para respirar. Te necesito siempre.
Mientras avanzo, cada uno de mis pies se mueven como los de un niño que acaba de reconocer por la voz a su padre al cual no ha visto por largo tiempo; con un anhelo enorme de llegar a él. De pronto en ese sendero, identifico tus huellas, Padre mío que estás en los cielos, y las sigo; siento que me abraza tu amor y es que tu presencia está conmigo. !Qué felicidad! Luego me susurras algo al oído, algo que es sólo entre tú y yo, y mi espíritu no se puede contener de alegría. Me dices que me amas y que estarás conmigo todos los días de mi vida. Y yo solamente sé llorar de contenta, porque soy completamente feliz en tu presencia. Es lo que había estado deseando y aún quiero más pues nunca tengo suficiente de ti. Así es cada vez, desde la primera vez. Por eso tengo que rogarte, que nunca dejes de hablarme, Señor. El sonido de tu voz es mi deleite y tu presencia me es como agua para vivir, como aire para respirar. Te necesito siempre.
Estar contigo es una delicia que no debe tener final. Pero sé que un día vendrás a buscarme, me llevarás delante de tu trono y a tu lado me quedaré a deleitarme en tu presencia eternamente.
© Grethel Collins
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