Mi testimonio personal

Con 9 años recibí a Cristo en mi corazón, sin comprender lo que significaba. Por mi rebeldía y la edad, empecé a acercarme al mundo donde había "más libertad" y todo el mundo era más feliz que yo. Eso llamó mi atención, a pesar que me gustaba participar en la iglesia. Pero no había tenido un encuentro personal con Dios, mi fe no se basaba en él, las reglas me parecían humanas. Mi vida se centró en mí, para luego encontrarme vacía porque afuera tampoco encontré lo que buscaba. Años después, comencé a desilusionarme de la gente y de mí, padecía de depresión, baja autoestima. La "felicidad" iba y venía de acuerdo a lo pasara a mi alrededor, de a quien conociera, de lo que tenía. No tenía carácter, ni identidad, admiraba a otros y no hallaba valor en mí. Tenía mucha necesidad de afecto. Me sentía huérfana. Mi madre y yo fuimos abandonadas por mi padre antes que él supiera que yo venía en camino. Ella que alguna vez había sido cristiana, ya no lo era hace tiempo y no tenía a nadie que ayudara a volver al camino.

23 años después por medio de un familiar que era cristiano Dios habló a mi vida directamente, yo ya estaba en un estado deplorable de emociones, rencores y dolores que no me dejaban avanzar más. Desilusiones amorosas, sueños frustrados, heridas del pasado porque mi padre nunca estuvo a mi lado, una madre autoritaria y diferencias con ella, accidentes que casi me quitan la vida, odio, descontrol y ganas de auto destruirme. Mi cuerpo y mi alma estaban cansados de sufrir y vivir equivocándose. Necesitaba un cambio, pero nunca había pensado en volver a Dios conscientemente. Esa noche todo comenzó a cambiar. El mismo Dios, sentí, quería mostrarme un nuevo camino, que ni siquiera había conocido cuando era niña y asistía a la iglesia. Ahí comencé a dar mis primeros pasos de fe.


Mis dolores fueron poco a poco apareciendo, los reconocí y luego los miré desaparecer. Todo lo malo se alejaba a medida que lo miraba como una amenaza para mi nueva identidad. Personas, costumbres, vicios, pensamientos, sentimientos. Fue un proceso liberador y algo doloroso, porque venía dañada, estaba acostumbrada a lo de antes, pero contaba con la fuerza de voluntad para dejar lo que fuera necesario. Era como si me hubieran quitado un velo de mi rostro. Podía ver la vida más clara. Ahora puedo ver al Dios que antes no. Soy más segura de mi misma, tengo una identidad clara y firme, sé que Dios estuvo siempre conmigo y que nunca me abandonará. Me considero una persona contenta, llena, con algunos problemas aún, porque siempre lo habrán, de una u otra manera, pero tengo una familia, un bebé que viene en camino que tendrá padre y madre, amor por lo que hago para servir a Dios, confianza en lo que él dice de mí y de todo. Una relación más estable con mis seres queridos. Dios es mi guía y mi sustento. Cuando me siento frágil es mi refugio. No estoy sola. No me siento sola. Me siento plena. Nunca pensé que Dios era la solución a mi vida.

© Grethel Collins

Comentarios

Entradas populares